Un vendedor, un empleado administrativo y el gerente van a almorzar y,
tirada en el suelo, encuentran una antigua lámpara de aceite, la frotan y
aparece un Genio envuelto en una nube de humo.
– Como generalmente otorgo tres deseos, les voy a dar uno a cada uno,
dice el Genio.
– ¡A mi primero! ¡Yo primero! Porfía el empleado administrativo.
Quiero estar de vacaciones en el Caribe y … ¡Puff! …¡Desaparece! y se
encuentra en el Caribe.
Sin salir de su asombro, el vendedor grita:
-¡Ahora a mí! … Quiero estar en Hawai, descansando en la playa con mi
masajista personal, con una inagotable provisión de cerveza y con una top
model.
Y … ¡Puf! … ¡Desaparece! para aparecer en Hawai.
– Bueno, ahora te toca a tí, le dice el Genio al gerente.
– Quiero que esos dos vuelvan a trabajar después del almuerzo, dice el
gerente.
Conclusión: Siempre hay que dejar que el jefe hable el primero.
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